Vasiliy Lomachenko demoró once asaltos en despachar a George Kambosos por la vía rápida o mejor dicho por el juez que paró la pelea cuando ya volada la toalla desde la esquina del australiano. Fue la tercera derrota de Kambosos, la primera por KO y ese solo detalle habla de uno d ellos grandes méritos en la victoria del ucraniano. Por hubo más de uno.
Empezando por la recuperación, física, boxística y sobre todo emocional de Lomachenko. Venía de sufrir una dolorosa derrota, hace exactamente un año, contra Devin Haney. Dolorosa porque muchos vimos ganar al ucraniano. El despojo caló hondo y pocos imaginaban una recuperación. A eso sumemos la edad (35) y las dramáticas circunstancias en que ha transcurrido la vida de Lomachenko, como la de todos los ucranianos ante una guerra interminable, que a todos les ha cambiado el curso de sus existencias.
Demasiado amor propio y fuerza mental necesitaba Lomachenko para recuperar la motivación y la confianza, antes de reencontrar su mejor boxeo. Y la pelea de este sábado fue el más perfecto laboratorio donde realizar el experimento.
Al inicio se notó algo de óxido en Lomachenko, tardó en encontrar su ritmo ofensivo y aún más demoro en encontrar sus reflejos defensivos. Esa combinación de destrezas que lo hacen diferente a todo a la hora de desplegar su boxeo. El ucraniano cuando carga las baterías tiene una perfecta sincronización de juego de pies con secuencias de golpeo. La simetría con la cual maneja esas herramientas le permite pasar golpes, mientras sus pies van dirigiendo las fintas de su cintura y los brazos parecen ser comandados por otra parte de su maquinaria cerebral. Nunca deja de estar a la ofensiva y buscando donde colar sus combinaciones aún en plena acción defensiva.
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Entrar, golpear, salir y en el movimiento de salida regresar con un golpe inesperado, con cualquiera de las dos manos, no solo abruma a sus rivales, los frustra, congela y destruye mentalmente. Eso ocurrió con Kambosos. Perdió las referencias y solo atinó a aferrarse a su único plan: refugiarse en las cuerdas, intentar mantenerlo alejado con el jab y ensayar golpes al cuerpo desde la media distancia. La idea, tal vez, fue quitarle piernas mediante el golpeo al cuerpo y de paso buscar la utopía de un trallazo que consiguiera lastimar al ucraniano.
Hasta que el plan dio resultados. Atrasaron la ofensiva letal de Lomachenko, le obligaron a resguardar su flanco derecho para protegerse de los golpes al cuerpo y mudar el plan inicial hasta encontrarse a si mismo. Eso se dio después del sexto asalto donde desplegó todo su arsenal de golpes, combinaciones, movimientos y calidad extra clase el nuevo campeón.
Volvió Lomachenko para su último viaje, donde buscará la unificación y ojalá que Gervonta Davis sea su próxima parada. Nos deben esa pelea.